Las paredes de los Mallos de Riglos son formaciones de conglomerado mioceno con bolos de tamaño variable cementados por carbonatos, que generan agarres de tipo “cantil” y regletas, aunque con riesgo puntual de fragmentación, por lo que el casco y la revisión del estado de reuniones son fundamentales. Las alturas típicas de las vías oscilan entre 200 y 300 metros, con un máximo de unos 275 m en el espolón norte del Pisón, y la orientación mayoritariamente sur implica fuerte insolación en verano, requiriendo planificar los horarios y llevar suficiente agua y protección solar.

En cuanto al grado, abundan rutas clásicas en torno a IV–V UIAA (aprox. V+ o 6a francés) hasta itinerarios más exigentes (6b/6c en vías emblemáticas), mezclando escalada en placa, fisura y chimenea en largos de varios tramos, normalmente autoasegurados con friends, fisureros y cintas exprés, aunque también hay líneas retroequipadas. Se recomienda experiencia en grandes paredes de conglomerado y técnica de autoprotección en fisuras y chimeneas antes de abordar estas vías.

Para llegar a los Mallos de Riglos desde Zaragoza, toma la Autovía A-23 en dirección a Huesca y, una vez pasada la ciudad, continúa por la A-132 en dirección a Ayerbe hasta encontrar el desvío hacia Riglos (aprox. 90–95 km y alrededor de 1h25 min de viaje). Al llegar a Riglos, sigue la señalización hacia las zonas de aparcamiento habilitadas en las afueras del pueblo, ya que el tráfico interior está restringido y conviene dejar el vehículo en el parking más cercano (a pocos minutos a pie de los Mallos).

Aconsejable comprobar con antelación el estado de la carretera en época invernal y prever que en temporada alta puede llenarse pronto el aparcamiento, por lo que merece la pena llegar temprano o considerar alternativas de transporte público (tren directo desde Zaragoza o Huesca) si se dispone de horario compatible.

La escalada en Mallos de Riglos encuentra su momento óptimo en primavera y otoño, con temperaturas de 13–24 °C que facilitan el agarre en conglomerado y días más largos para planificar sin apuros usando la predicción meteorológica Riglos en tu guía 3D Mallos de Riglos.

En verano, el calor puede superar 31 °C en muros expuestos, por lo que conviene madrugar y buscar sombras con la guía 3D y alertas de calor, mientras que en invierno, con máximas cercanas a 10 °C y mínimas en torno a 2 °C, se prefieren vías cortas o dry tooling en muros protegidos, siempre verificando la predicción meteorológica Riglos antes de salir.

Alojamiento: Camping Río Gállego, casas rurales (“El Castillo”, “La Era”) y hostales en Riglos.

Restauración: platos energéticos aragoneses; reserva para grupos de escaladores.

Suministros: supermercados y farmacia en el pueblo; agua potable en fuentes locales.

Emergencias: 112 montaña, cobertura variable; guía 3D indica zonas de mala señal.

Alquiler y guías: contactos en Huesca/Zaragoza para cuerda, arnés y guías federados.

Protección de fauna y flora:

• Zonas de nidificación de aves rupícolas (aguia real, halcón peregrino). Fechas críticas (marzo–julio): sectores señalizados en la guía 3D para evitar pasos sensibles.
• Senderos señalizados en el modelo 3D: respeta trazados para no erosionar vegetación.

Normativa local:

Recogida de residuos: lleva bolsa portamaterial obligatoria en tu arnés.

No acampar fuera de áreas habilitadas.

Fogueo y barbacoas solo en zonas permitidas.

Desde tiempos remotos, los Mallos de Riglos han emergido como centinelas pétreos en el horizonte aragonés, desafiando el paso del tiempo y atrayendo miradas curiosas. A mediados del siglo XX, estas torres de conglomerado dejaron atrás su papel de maravilla paisajística para convertirse en el escenario de gestas inolvidables: pioneros como Jorge Pañella, que en 1946 alcanzó por primera vez la cima del Mallo Pisón, o Ángel López “Cintero”, quien en 1953 redefinió la ambición humana al coronar El Puro con apenas diecisiete años.

Desde entonces, cada fisura y cada placa de Riglos han contado historias de valentía, sudor y camaradería. Hoy, la pasión por escalar estas paredes une a noveles y veteranos en un mismo diálogo silencioso con la roca: al trazar la ruta, sentimos el eco de aquellas primeras cuerdas tensas, y al asir cada agarre, rendimos homenaje a quienes abrieron el camino y nos invitan a escribir, con cada ascenso, un nuevo capítulo de esta épica vertical.